Brecha digital y educación pública en la Bogotá del Covid-19.

Después de más de dos meses de decretada la cuarentena se han hecho evidentes las desigualdades de acceso a lo digital entre la heterogénea población que asiste a las aulas, los que tienen la herramienta acceden a la educación, los que no la tienen no acceden.

Y es que, si se mira en términos de equidad, la continuación de los procesos educativos por medio de herramientas tecnológicas, aunque ha permitido continuar procesos, también ha supuesto que el acceso a la educación dependa totalmente de la calidad de las herramientas tecnológicas con que los estudiantes cuentan, terreno en el cual la inequidad se hace manifiesta.

Un caso concreto de esta desigualdad manifiesta entre estudiantes se observa en la situación de los colegios públicos de Bogotá, allí al igual que en otros sectores se ha buscado continuar con labores. Desde la alcaldía se creó el programa “Aprende en Casa”, que bajo el lema “La emergencia no detiene el aprendizaje” ha utilizado medios digitales como redes sociales, uso de Microsoft Teams, programas de radio en la emisora Colmundo radio e incluso programación en la televisión local por medio de Canal Capital. En todas esas plataformas; que en sí mismas merecen un debate respecto a su naturaleza y pertinencia, docentes, cuidadores y estudiantes encuentran una amplia gama de recursos para seguir con el proceso de aprendizaje, sin embargo, lo concreto del proceso, es decir la relación directa y humana entre docentes y estudiantes es y sigue siendo misión de cada institución educativa.

En lo contextual queda claro que una estrategia de emergencia diseñada para una población grande, en este caso los usuarios del sistema educativo público bogotano, está lejos de solucionar un problema que se debate entre unas desigualdades que el Covid-19 ha hecho más visibles y un extraño afán por aspirar a la normalidad académica en tiempos de anormalidad. La disminución de la brecha digital en Colombia, aunque ha formado parte del debate público, aún aparece más como una premisa política y electoral más que como una realidad práctica. De hecho, si bien hay cifras del DANE (Departamento Nacional de Estadística) al respecto, como el boletín técnico de indicadores básicos de tic en hogares en su versión 2018, que dan cuenta de asuntos relacionados con el acceso a lo digital, aún faltan estudios que aborden la brecha digital en concreto, uno de ellos podría ser el de Índice de brecha digital regional, que según MinTic estaría listo para este 2020. Pero, más allá de los estudios, lo que queda claro en el aislamiento por Covid-19, es que la brecha digital está claramente atada a la inequidad social, lo cual es visible en la práctica educativa, es decir en lo cotidiano de tratar de continuar una normalidad educativa, que pareciera no ser más que cumplir con el cronograma académico en los tiempos curriculares previstos. A continuación trato de plantear algunos elementos de esa nueva cotidianidad escolar.

 

Aula de informática. Escuela Bosachoque. Fusagasugá-Colombia

Una de las problemáticas es que muchos de los estudiantes no tienen acceso a Internet y en muchos casos no poseen un computador, así, aunque se creen herramientas digitales para posibilitar el aprendizaje, estas no cumplen con su objetivo, pues no pueden ser usadas por sus destinatarios finales. Básicamente lo digital sin acceso no es nada.

En el marco de la cuarentena declarada en Colombia, como medida para evitar la rápida propagación del Covid-19, el 15 de marzo el presidente Iván Duque anunció que se suspendían las clases presenciales en todos los colegios del país. Los estudiantes dejaron de asistir a las aulas desde el 16 de marzo, en ese momento se hizo énfasis en el uso de herramientas digitales como una alternativa para mantener la normalidad académica, lo cual no deja de sonar salido de contexto, en una situación que es, y por mucho, anormal. Tal disposición con el paso del tiempo haría evidente la problemática de brecha digital en una sociedad que ya de por sí es considerada como una de las más desiguales del mundo. De hecho Según cifras del último boletín técnico del DANE al respecto, en 2018 en Bogotá el 50% de los hogares cuentan con un computador portátil, el 37,9 % tiene computadores de escritorio y el 23,7 % posee tabletas. Esas cifras en principio revelan que por lo menos un 50% de los hogares no tienen herramientas para conectarse a lo digital.

En la vía de continuar el proceso educativo el desafío en principio es comunicarse, contexto en el que lo digital pasa de ser una solución a un problema. Para los estudiantes y sus familias recibir las instrucciones por parte de las instituciones les implica generar gastos adicionales como compra de paquetes prepagados de conectividad a Internet, fotocopias de guías de aprendizaje y materiales didácticos adicionales. Ese gasto “adicional” llega en un difícil momento, en el cual muchas personas que desempeñan trabajos informales literalmente no han tenido ingresos por cuenta del aislamiento. Para muchas familias buscar acceso a lo digital o dicho de otra manera, comprar planes de datos para seguir con la educación es algo que entra a competir con los escasos medios de supervivencia básicos. Por ejemplo, para las familias que su sustento deviene de la venta ambulante de artículos gastar en algo diferente a lo que se necesita de base para sobrevivir, como alimentación, es algo que raya en lo ilógico, de hecho ya es común escuchar frases como Nos estamos muriendo no del virus sino de hambre, al respecto una docente consultada para este escrito menciona:

 

Algunos chicos están supremamente mal porque no tienen ni siquiera para comer , nosotros tenemos el colegio ubicado en la localidad de Bosa y así como hay niños que viven muy bien , hay niños que viven del día a día , la mamá vende arepas o vende tintos y para las familias ha sido muy difícil, entonces si no hay para comer mucho menos para hacer una recarga.

Docente SED

 

El trabajo informal tiene unas formas muy particulares de relacionarse con lo digital, por ejemplo, respecto a la conexión a Internet el informe del DANE revela que el 75% de los hogares tienen una conexión ya sea fija o móvil, esa cifra acompañada de un 90.5% de personas que tienen un Smartphone permite pensar que mucha de esa conectividad a Internet se da por medio de teléfonos, es decir, en la actualidad se compra primero un Smartphone que un computador, situación que es obvia en un contexto informal de trabajo donde una herramienta de este tipo es fundamental en lo que en Colombia se llama “rebusque”. Desde esta perspectiva, los hogares pueden acceder a Internet, pero no en la duración y calidad que continuar un proceso educativo implica en aspectos concretos como asistir a videoconferencias, bajar material didáctico, subir tareas para su retroalimentación, acceder a procesos evaluativos en línea, etc. La emergencia por Covid-19 muestra que el acceso a Internet debería ser un derecho, que como derecho abarque al 100% de la población, pero ojo, teniendo en cuenta que tener WhatsApp o redes sociales no es lo mismo a tener acceso “real” a Internet, dicho de otro modo, es necesario problematizar las actuales condiciones de conectividad precaria que son pasadas por alto en el relato vigente de conectividad digital falsa, donde la potencia de Internet es disminuida a unas pocas herramientas.

 

Panorámica de Ciudad Bolívar- Bogotá-Colombia

Para los docentes lograr comunicarse con sus estudiantes no es fácil, según algunos testimonios obtenidos de manera informal para este escrito y datos de prensa la vía usual e incluso certera de comunicación es WhatsApp, ello implica compartir números telefónicos personales y ponerlos al servicio de continuar con el proceso educativo. En esa plataforma los educadores asignan y envían trabajo a los estudiantes a la manera de guías de estudio que ellos ejecutan y entregan por el mismo medio. Todo ello haría pertinentes debates respecto a la calidad de la educación que se está brindando, por ejemplo, es claro que difícilmente una guía puede reemplazar una clase o al mismo docente en su práctica pedagógica, pero también es claro que la situación es anormal y lo que es evidente más allá de discusiones respecto a la calidad educativa es la acción de unas comunidades educativas que han buscado dar trámite al objetivo de “no detener el aprendizaje en la emergencia” combinando un discurso de flexibilidad educativa con el uso de la tecnología.

 

Lo que transita entonces por WhatsApp son grandes cantidades de mensajes y archivos adjuntos como fotografías de trabajos que los docentes y estudiantes se envían mutuamente, por ello es común escuchar por parte de muchos docentes del sector público que han sentido que su trabajo ha aumentado durante el aislamiento, pues les corresponde recibir grandes cantidades de información, organizar, calificar y enviar uno por uno. Es como si WhatsApp se hubiese convertido en lugar de la escuela cuando es evidente que no es una plataforma creada para eso, estos son algunos testimonios de docentes que dan cuenta de la precariedad que se vive al respecto:

 

Nos ha tocado por grupos WhatsApp y por correo electrónico debido a las malas condiciones de conectividad que tienen las familias… eso se determinó luego de que nos enteramos que las familias lo que hacen es pagar datos diarios de 3000 o $5000 sólo para Whatsapp y Facebook.

Docente SED.

Los que no pueden enviar, digamos por la plataforma, que envíen el trabajo a un WhatsApp, por que pensamos que de pronto, al menos una persona, de la familia o un vecino.. quede mas facil que hagan el trabajo, le tomen la foto y lo envíen. por WhatsApp. Docente SED.

De la única forma en que he podido comunicarme con mis estudiantes ha sido a través del Whatsapp que es lo que se les ha facilitado a ellos, y eso entre comillas, porque muchas veces tienen que acudir al teléfono inteligente que alguien de la familia o algún vecino les puede dar en calidad de préstamo porque la mayoría no tienen teléfonos en los que puedan acceder a datos.. Docente SED.

Se pensaría que es ilógico que no se utilicen otras herramientas como el tradicional correo electrónico, este de hecho es usado, pero curiosamente para muchas personas por situaciones del diario vivir, como el ya mencionado rebusque, WhatsApp es una herramienta más accesible, intuitiva y difundida que los servidores de correo electrónico. Lo anterior pone de relieve otra arista importante de la situación, muchos niños conviven con adultos que lo que han aprendido de la tecnología digital es lo que necesitan para sobrevivir, por ejemplo, la aplicación ya mencionada y en algunos casos redes sociales; el conocimiento y cacharreo con otras herramientas del tipo de aulas virtuales no es algo que forme parte de su contexto. Allí se entiende que en muchas familias primero se compre un Smartphone que un computador, el primero está relacionado con unas pragmáticas de la vida cotidiana de las que depende la supervivencia, el segundo pertenece a un plano de especialización del trabajo que no es usual en el común de la población y que depende de una educación digital más allá de la escuela, asunto que a pesar de muchas políticas implementadas sigue siendo un lugar utópico.

Con todo esto pensar en encuentros sincrónicos entre docentes y estudiantes para hacer clases remotas, aunque es una opción explorada por algunas instituciones públicas, parece representar un agravante a la actual situación de inequidad en el acceso a la educación, es claro que no todos pueden asistir, en síntesis, es complicado este panorama en el cual la calidad de la educación que se recibe está únicamente determinada por la calidad de las condiciones técnicas y de acceso a Internet con que se cuenta.

 

Panorámica de Ciudad Bolívar desde el colegio IED Minuto de Buenos Aires

Sin embargo, las instituciones y los maestros han diseñado otras estrategias diferentes a lo digital como dejar las copias de las guías en la institución o papelerías cercanas, hacer jornadas de entrega de paquetes de guías para que las familias las adquieran, de hecho, desde la alcaldía el mismo programa “aprende en casa” tiene una estrategia para llevar el material a los estudiantes que no tengan acceso a lo digital, sin embargo, esta no puede llegar a todos los que lo necesitan, por que de hecho muchos no saben que pueden acceder a ese servicio.

En conclusión, seguir con el proceso educativo se convierte en otro problema que se suma a todos los que ha traído la pandemia para los estratos más bajos y las poblaciones vulnerables, y es que en realidad no se trata de cualquier problema, es uno que implica dedicar grandes cantidades y recursos que la familia no tiene, por que a fin de cuentas para eso van al colegio. El aislamiento obligatorio por Covid-19 permite reafirmar que el acceso a lo digital en condiciones técnicas y logísticas apropiadas ya debe ser una preocupación de primer orden para todos los sectores, en especial para el educativo, la inequidad siempre ha estado allí, pero una mirada activa y crítica sobre la tecnología indica que esta es una herramienta para disminuir la inequidad no para agravarla. Estamos en una situación en la que, por un lado, es necesario abordar la brecha digital más allá del eslogan político y por otro lado, es momento de alimentarse de prácticas contrahegemónicas de empoderamiento tecnológico, que ya han sido ampliamente abordados por colectivos y organizaciones de la sociedad civil que como tal plantean el acceso a lo digital como un derecho humano fundamental.

Por:

R.A. Castiblanco Carrasco

Doctor en Antropología. Universidad de los Andes-Colombia. Magíster en Educación y Licenciado en psicología y pedagogía. Universidad Pedagógica Nacional. Docente e investigador interesado en las múltiples intersecciones entre lo social y lo digital.

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